Todo comenzó el año pasado, cuando la empresa española Gïk
lanzó el primer vino azul del mundo. Pasaron dos años trabajando con
científicos de la Universidad del País Vasco e investigadores de alimentos tratando de utilizar la antocianina, un
pigmento natural en la piel de las uvas, para manipular el color del vino. Se
convirtió en un gran éxito comercial, con la compañía informando que había vendido más de 100.000 botellas en
menos de seis meses. Pero la competencia está aumentando, ya que otras bodegas
españolas están utilizando tecnología similar para crear todo tipo de vinos de
inusuales colores. Todos estos vinicultores están confiando en la curiosidad de
la gente para llegar a una nueva base de clientes, así como para cambiar la
forma en que el mundo piensa sobre el vino. Pero, aparentemente, a los
legisladores no les gusta mucho el cambio ya que la bodega Gik se vio obligada
a reetiquetar las botellas, y vender su producto en la categoría “otras bebidas
alcohólicas” ya que el vino de colores no está contemplado como tal bebida en las leyes alimenticias.
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